viernes, 28 de octubre de 2011

Réquiem por Muamar El Gadafi.







El pasado jueves 20 de Octubre, a primera hora de la mañana, Muammar el Gadafi y sus últimos fieles intentaron romper el bloqueo de las milicias del Consejo Nacional de Transición libio (CNT) sobre su último gran bastión, Sirte. Pero sus movimientos fueron descubiertos por los radares de las bases de la OTAN en el sur de Italia y la caravana de vehículos del dictador fue seguidamente bombardeada por aviones franceses y estadounidenses. Aprovechando el caos provocado por el bombardeo, y con los milicianos siguiéndoles la pista, Gadafi y un pequeño grupo de fieles consigue refugiarse en unas cloacas, donde finalmente son detenidos por los rebeldes. Las imágenes de su brutal linchamiento, de su posterior ejecución sumaria y la ‘pornográfica’ exhibición de su cadáver, el de su hijo Mutasim y el de su ministro de defensa Abu Bakr Yunes Jaber, durante cuatro días en una congeladora de carne del mercado de Misrata, ponen el epitafio final a un megalómano, sanguinario dictador, promotor del terrorismo internacional en los ochenta y excéntrico aliado de Occidente en esta última década.

Muamar el Gadafi nació en Sirte el 7 de Junio de 1942 en el seno de una familia de beduinos perteneciente a la tribu de los Gadafa. En su juventud, fue influenciado por el socialismo y las ideas del nacionalismo árabe del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser. Estudió derecho en la Universidad de Trípoli, concluyó sus estudios en Gran Bretaña y seguidamente ingresó en el ejército y fue el fundador de la Unión de Militares Libres de Libia. Gadafi era un militar joven, con buena planta y ambicioso. Su momento llegó en Septiembre de 1969. El Rey Idriss, que había gobernado Libia desde su independencia en 1951 y era un firme aliado de las potencias occidentales, es derrocado en un golpe de estado militar y el joven Gadafi, con tan sólo 27 años de edad, se pone al frente de la revolución.

La caída de la monarquía y la llegada al poder de Gadafi y sus oficiales libres provocó grandes cambios. Libia rompió con Occidente y se acercó al bloque de países árabes aliados de la URSS, liderados por el Egipto de Nasser y la Siria de Hafez Al-Assad. Durante los años siguientes, Gadafi va elaborando las bases ideológicas del nuevo estado libio, la “Yamahiriya” o “gobierno de las masas”, un híbrido de tribalismo, socialismo, nacionalismo e islam político, plasmado finalmente con la publicación de su famoso “Libro Verde” en 1975. Son los años de Plomo. Entre mediados de los setenta e inicios de los 90, con el apoyo tácito de la URSS y de sus aliados del pacto de Varsovia, Gadafi se convirtió en el principal padrino y pagador del terrorismo internacional de extrema izquierda, supuestamente revolucionario y anti-imperialista. ETA, las badder Meinhoff alemanas, el IRA irlandés, las FARC Colombianas o Fatah y las diversas organizaciones terroristas palestinas…, todas recibieron apoyo económico y militar del régimen libio. Pero Gadafi fue todavía más allá y sus temidos servicios secretos fueron los autores de sangrientos atentados terroristas como el de la discoteca “Labelle”, frecuentada por militares estadounidenses, en Berlín (1986) o el de la localidad escocesa de Lockerbie dos años más tarde, en 1988. Este apoyo le salió caro. Libia fue aislada internacionalmente y la administración Reagan bombardeó su palacio de Bab Aziziyah en Trípoli y sus bases en Bengasi como represalia por el atentado de la discoteca “Labelle” (operación "Dorado Canyon"). Gadafi sobrevivió a las bombas, pero no así una de sus hijas adoptivas, Hana.

A mediados de la década de los noventa, sin el apoyo de la URSS, con un importante embargo internacional y un notable crecimiento de la oposición interna, especialmente de los islamistas, parecía que el régimen daba sus primeros síntomas de descomposición. Pero Gadafi era un superviviente nato y mudó de piel, cual camaleón, para adaptarse a las circunstancias y al nuevo contexto internacional. En efecto, el dictador libio se desmarcó de su anterior patrocinio del terrorismo internacional y además prometió colaborar con la justicia para esclarecer la participación de los servicios secretos libios en varios atentados terroristas en suelo europeo, como el de Lockerbie, e indemnizar a sus víctimas. No sólo eso. Tras el brutal atentado terrorista del 11-S, el gobierno libio ofreció la colaboración de sus poderosos servicios secretos a británicos y norteamericanos en su ofensiva contra el terrorismo internacional y Al-Qaida, además de expulsar preventivamente a los miembros de Abu Nidal que quedaban en el país. Su renuncia a poseer armas de destrucción masiva en Diciembre del 2003 fue el paso decisivo para reintegrar a Libia en la comunidad internacional. Desde ese momento y hasta el pasado mes de febrero, Gadafi ha sido uno de mejores aliados de Occidente en la lucha contra el terrorismo internacional, en el control de los flujos migratorios desde África a Europa y uno de nuestros mejores proveedores de petróleo y gas. Su “jaima” se ha paseado por las principales capitales europeas, como Madrid, Londres o Roma, y dirigentes como Zapatero, Sarkozy o Berlusconi le han dado audiencias, se han hecho fotos con él y han aguantado sus excentricidades y su carácter histriónico. De hecho, Gadafi ha llegado a presidir la Asamblea General de las Naciones Unidas en Septiembre del 2009...

Su Carácter Megalómano, unido a su histrionismo, le ha acabado pasando factura. Su discurso el pasado 20 de Febrero en el que amenazaba con perseguir a los manifestantes calle por calle, casa por casa y puerta por puerta como si fueran ratas, le hizo inaceptable para los gobiernos europeos y estadounidense, firmemente comprometidos con el cambio político en el mundo árabe tras las dudas iniciales, plasmadas con el apoyo de Sarkozy a Ben Ali en Túnez y las dudas de Obama con los manifestantes de la plaza Tahrir que se manifestaban contra Mubarak en Egipto. La continuación de la historia es sobradamente conocida: la resolución de las Naciones Unidas para la intervención de la OTAN en Libia, la zona de exclusión aérea, la militarización de las protestas y el inicio de la guerra civil entre partidarios y detractores del excéntrico dictador, la caída de Tripoli en Agosto y el capítulo final con su detención, humillación pública y ejecución tras la caída de su último gran bastión, Sirte, su ciudad natal hace escasamente una semana. Gadafi es ya historia. Su mandato fue una brutal dictadura que osciló entre el drama, la pelicula de terror, la comedia y la tragedia. Su fin debería haber sido diferente. Gadafi debería haber sido juzgado por sus crimenes por un Tribunal Internacional o Libio. Su brutal linchamiento y posterior ejecución a manos de los milicianos rebeldes no es un buen comienzo para la transición democrática en Libia, cuyo futuro es todavía una inquietante incognita.

3 comentarios:

  1. Coincido en que el fin de Gadafi no ha sido el idóneo, pero debo admitir que si ha sido el más lógico. Una vez iniciada una guerra, cualquiera, el objetivo es eliminar al enemigo; no es razonable pero es que la guerra en si misma no lo es. Han muerto muchas personas antes que Gadafi, personas que deberian haber sido juzgadas tambien, y otras totalmente inocentes, víctimas de algo que ni siquiera han sabido o comprendido mientras vivian. Todo ello es una verdadera lástima que solo nos muestra una vez mas las miserias que puede albergar el ser humano.
    Buena entrada, suerte con el blog y saludos.
    Quim.

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  2. Estimados amigos, muchas gracias por vuestros comentarios.

    Quim,coincido con tu punto de vista. El final de Gadafi no ha sido el idóneo pero si era el más lógico y previsible, especialmente porque se negó a negociar con el Consejo Nacional de Transición libio o a abandonar el país, como hizo por ejemplo Ben Ali en Túnez. Su final estaba cantado. Saludos!

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